Los Peregrinos
Una barranca sin río
que parte en dos al monte
divide el horizonte
en maíz y caserío.
Por los terrosos caminos
cuajados de girasoles
van cantando los señores
las plegarias del domingo.
Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a contarle sus dolores
al Señor de Tepalcingo.
Los acompañan diez niños
que si se ven libres corren
a bañarse sin calzones
en las aguas del molino.
Ya tarde buscan un sitio
dónde encender los carbones
cuando el viento del norte
los va llenando de frío.
Con el canto de los grillos
se va pasando la noche
entre rezos y canciones
entre alcoholes y gritos.
Y los pobres pequeñitos
junto a sus padres se esconden
cuando los perros sin nombre
lloran su triste martirio.
Los despiertan con sus trinos
los pajaritos de bronce
cuando la luna se corre
de los campos matutinos.
Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a confiarle sus amores
al señor de Tepalcingo.
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