Desahuciado
Ayer reencontré mi vida toda
vagando en el lecho moribundo
de un río de recuerdos extraviados,
volátiles, eternos, suspendidos
entre la vida misma y la muerte.
Qué fácil es tener la fe perdida.
Y dando ya mi lucha por perdida,
fue inútil pretender así que toda
la brega de mi ente moribundo
hallase los esfuerzos extraviados,
y plena de alientos suspendidos
burlara los confines de la muerte.
Y al ver la cercanía de la muerte,
teniendo la esperanza ya perdida,
lloré mi soledad, mi ansia toda,
mi íntimo despecho moribundo.
Los últimos deseos extraviados
resumen mis anhelos suspendidos.
Y así pasó el momento. Suspendidos
mis postreros ocasos por la muerte,
dejé de respirar, porque perdida
la confianza en mi fuerza, llegó toda
la ríspida inquietud del moribundo
de fríos estertores extraviados.
Los breves, fraternales, extraviados
instantes de arrebatos suspendidos
no alejan los dominios de la muerte
y muero de aflicción pues ya perdida
la gracia que bendice y brinda toda
la ruina de mi cuerpo moribundo,
suspiro en mi lecho, moribundo.
Empeño mis recuerdos extraviados,
y atado a mis afanes suspendidos
pretendo esconderme de la muerte,
pretendo rescatar la fe perdida,
pretendo revivir mi vida toda.
Suspendidos mis versos extraviados,
mi canto moribundo y mi muerte,
perdida ya está mi alma toda.
luis david
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