Trazos de viento y de espuma. Lluvia de estrellas en la soledad de mis noches. Cantos rodados, pulidos por el revenir de mis olas. Locura de mis días y nostalgia de mis tardes muertas.

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Nombre: Luis David
Ubicación: Sta. Ana Chiautempan, Tlaxcala, Mexico

"Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo." Woody Allen

lunes, diciembre 26, 2005

Invisible


Si te busco en los árboles
y no te encuentro
¿habrás desaparecido deveras?

Y si entre las hojas del arbusto
no aparece tu imagen
¿habrás desaparecido deveras?

Si te volviste invisible
yo sé que regresarás.

viernes, diciembre 23, 2005

De amnesias


Cuando llegó a su casa se sorprendió al encontrar a todos sus amigos reunidos y sólo entonces cayó en la cuenta de que había olvidado por completo su cita para esa noche.

Después de las disculpas de rigor se hizo el firme propósito de escribir sus asuntos y agendarlos para evitar vergüenzas como la de esa noche que, además, cada vez se iban volviendo más frecuentes.

Al día siguiente compró una libreta y un lápiz y se dispuso a escribir su primera nota: "Aquí voy a anotar mis cosas".

Nunca más se acordó de escribir.

sábado, diciembre 17, 2005

Soneto sin musa


A Norma, por su bello poema.

La musa se te va, amiga mía,
por ser una entidad muy caprichosa,
es ninfa juguetona y veleidosa,
que burla tu pasión con alegría.

La hoja de papel blanca y vacía
emerge como ruta peligrosa
que puede transformarse en cualquier cosa
que tienda a perpetuar tu agonía.

La chispa de tu ingenio la engatusa,
y buscas seducir a tu problema.
Empiezas a crear, idea difusa,

te sientas a escribir sin mucho tema...
lo rico es que la ausencia de la musa
te pueda motivar un buen poema.

De mi alma dolorida


Sé que no fue mi pasión
ni mi ardiente deseo
los que me hicieron amarte
como ya vez que te quiero.
Sé que no buscaba en ti
ni curación ni consuelo
a mis ansias de adorarte
como con tan profundo desvelo.
Fuiste tú,
fuente de vida,
con tu risa
y con tu llanto
la que anunciaba
el quebranto
de mi alma dolorida

Tu cuerpo me sabe a mar


Tu cuerpo me sabe a mar,
a brisas y caracolas,
y a residuos de sal.

El sol, volado de oro sorprendido en las alturas,
deslumbra mis sentidos cuando el viento cauteloso
acaricia la piel de mi espalda que se agita
en el colapso de tus besos mitigantes,
con tu boca humedecida, respiración anhelante,
y con tu cuerpo desnudo resbalando entre mis manos.

Tu cuerpo me sabe a mar,
a palmas, arena, y coco,
y a residuos de sal.

La noche, manto infinito tachonado de luciérnagas,
resguarda mi aliento primario, mi sueño impaciente,
mi canto de sonidos elementales que se eleva
hacia lo alto para rozar los astros luminosos
de la oscuridad galopante que ilumina mi vida
porque a la luz de la luna tu cuerpo me sabe amar.

miércoles, diciembre 07, 2005

Meteoritos


Un domingo, merodeando por la plaza Xicoténcatl de Tlaxcala, me acerqué a un puesto en donde el vendedor, nahua de la sierra de Puebla, me ofrecía un montoncito de pequeñas rocas metálicas.

-"Son meteoritos, señor" -me dijo en su medio español- "Son hermanos de las estrellas del cielo"

Ni hablar. Le compré los tres que me parecieron más bellos. Cómo podía rehusarme con esos argumentos.

domingo, diciembre 04, 2005

Perfil


soy un coyote,
fantasma que se esconde entre los matorrales
de los montes de Tlaxcala,
devorador de lunas y de sombras;
soy un águila,
relámpago voraz que surca los cielos
de las Montañas Rocallosas,
nido de espectros y de piedras;
soy un salmón que desafía
las corrientes tortuosas
de los ríos de aguas heladas del Canadá;
soy un guanaco,
entereza imperturbable
encubierta entre los palacios del Machu Pichu;
soy un colibrí,
suspiro alado que se suspende en el aire
por la magia del sol;
soy una cobra de la India y un tigre de Bengala,
soledad imperial
desdibujada en la selva;
soy un cóndor,
vigilante de las alturas,
dueño de las nubes y del viento,
emperador de la cordillera;
soy un ciervo,
dorado perchero que se desplaza majestuoso
por los bosques umbríos
de la sierra de Chihuahua;
soy un indio chichimeca
de los desiertos mexicanos,
tejedor de cestos,
cazador de estrellas;
soy un hombre blanco y barbado
en los lagos de Anahuac,
sembrador de linajes atormentados,
destructor de sueños y quimeras;
soy una hormiga,
soberbia constructora de galerías,
que se interna en la tierra seca
de las plantaciones del Perú
y se arrastra sobre las huellas
olvidadas de los Incas;
soy un humilde siervo
en las campiñas de la Roma imperial
asediada por los dioses bárbaros;
soy un ratón huidizo y tímido;
soy el enigma de mi tiempo
y estoy aquí.

...inevitable

Voces que vagan perdidas
sin esperanza alguna,
actores muertos de una
historia tan espantable,
de mujer inevitable
con brillo de luz de luna.

... ¿y si todo fuera falso... un sueño inevitable en el que mi muerte es más real que el peso de este cuerpo suspendido en la oscuridad de tu mente... una idea inevitable sobre el sigificado de este olor en el viento, acre y espantoso por desconocido, que corroe mis tinieblas... un sentimiento inevitable de estar en alguna parte y no saber qué está sucediento más allá del ámbito cerrado de mi soledad... una historia inevitable implantada en mi mente por el aliento de tus besos, por la premura del amor desesperado de una noche lluviosa en un lugar desconocido, atado a tu cuerpo inevitable que me somete y me aterra con una sensación de calosfrío que recorre mi piel hasta la punta de mi alma desolada... una intensificación inevitable de las emociones que me atora en el tiempo y me impide avanzar en los pensamientos habituales de la conciencia... la repetición inevitable de una escena conocida que ya ha ocurrido cientos de veces en mi vida y que se recrea una y otra vez dándome la sensación de haber vivido mi muerte una y otra vez... de estar besando tu cuerpo etereo una y otra vez... metiéndome en tu sexo humedecido por la saliva de mi boca una y otra vez... probando el sabor ácido y caliente de tu amor enfebrecido una y otra vez?...

¿y si nada de esto fuera cierto y mi vida es sólo un pensamiento en la mente de alguna entidad desconocida que se divierte inventando historias para que yo, personaje de sus cuentos, las viva con intensidad atormentada como pesadillas estremecedoras que agitan un corazón que no existe... en un tiempo que no existe... en un universo vacío?...

¿y si todo es una mentira inventada por mi mente enferma que me somete a realidades distintas cada vez que despierto y me encuentro con un nombre diferente, una razón diferente para estar aquí con una personalidad desconocida de tan familiar y que me impulsa a vivir historias inevitables de amor y terror, de sexo alucinado entre las piernas de un fantasma?...

¿y si todo es real... qué voy a hacer?

Romance de la Luz y la Luna


Luz que se filtra a lo lejos
entre la fresca enramada
que se yergue majestuosa
en el patio de mi casa.
Luna que cubre los cielos
con feroces marejadas
de reflejos inquietantes
sobre la oscura montaña.
Luz de pálidos fulgores
que me han robado la calma,
ríos de luna que corren
por las espigas doradas,
olas de viento y de luna,
cabelleras nacaradas
de los trigales que mecen
los vientos de la cañada.
“Ay Luna de mi fortuna
que te llevaste mi alma,
cuando bajarás del cielo,
al umbral de mi ventana.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”
“Ay Luz de mis ojos tristes
que te llevaste mi alma,
cuando volveré a verte
en la orilla de mi cama.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”
Vago el camino sin rumbo,
perdida toda esperanza,
busco en la tierra una grieta
donde fijar mi morada;
vago perdido en el monte
verde de puro esmeralda,
vago el camino sin rumbo,
sin luna, sin luz, sin alma.

El Mar


Anoche estuve platicando con el mar. Me senté en la playa y dejé que mojara mi ropa con su vaivén eterno. Me hablaba de olas y espumas, de iras y calmas, de galeones hundidos y buques fantasmas, de insignificantes embarcaciones de troncos y bejucos perdidas entre los collados acuosos de las marejadas. Me narró cuentos de exploradores heroicos y piratas violentos, historias de aventuras fantásticas de dolor, de sangre y de muerte.

Me invitó a una travesía por los confines inexplorados de los océanos ignotos de acantilados extraños y playas ilusorias donde ningún ser humano ha posado la vista y me negué presuroso, muerto de miedo.

Soy hombre de tierra firme. Tengo mis propios fantasmas pero, son espectros conocidos, familiares casi. He convivido con ellos toda la ruta, pueblan mis espacios vacíos y mis vasos llenos. Me ayudan a escribir poemas de pesadumbre y llenan de nostalgias apócrifas mis pesadillas. Despierto sudoroso con la certidumbre de su presencia impalpable y desayuno en las mañanas acompañado por su existencia etérea.

Arrullo


De las montañas azules,
desciende un caballero
recolectando dinero
para comprarle camisas,
dulces, juguetes, sonrisas,
al niño de mis amores.

Olvida ya tus dolores
y duérmete, pequeñito,
que mañana el solecito
calentará tus pesares
y encontrarás los lugares
para curar tus desvelos.

Están en ti mis consuelos,
mis cantos, mis alegrías,
tú eres mi compañía
eres mi campo florido.
Mi corazón dolorido
sabrá llenarte de vida.

Duérmete cosa querida,
descansa porque mañana
entrará por la ventana
el caballero sonriente,
traerá comida caliente
al niño de mis amores.

Félix


Félix murió en la noche de la Candelaria luego de tres semanas de dolorosa agonía después de que Jorge agotó su costal de recursos remediales y los cuidados franciscanos de Laura resultaron inútiles para contener el avance inclemente de aquel dolor sin remedio que acabó cerrándole la vida cuando ya no se podía respirar en el ambiente de pudridero que invadía todos los rincones de la vieja casona de cantera rosada que su abuelo había comprado en la antigua Calle Real desde los tiempos remotos del cura Hidalgo y que pasara de generación en generación para albergar ahora en la capilla improvisada al viejo patriarca restregado con lejía y amortajado sin verter una sola lágrima por la hija que le prodigó ya muerto los cuidados que le negó en vida a causa del rencor acumulado a lo largo de años y años de guerras apocalípticas por la oposiciòn denodada del padre a su relación con el estudiante de medicina que la pretendía y con el cuál se fugó una noche de jueves en la que todos dormían aturdidos por el estruendo de la fiesta de pirotecnia con la que festejaron los cuarenta años de la hermosa María que ahora lloraba en silencio y rezaba sin consuelo ante el cuerpo rígido de su esposo envuelto en la mortaja de lino crudo que ella misma adornara con un bordado de primores cuando previó la inminencia del final y que descansaba tendido sobre una mesa iluminada por la luz macilenta de cuatro cirios y rodeada por siete ramos de flores sofocantes que mezclaban sin misericordia su perfume abrumador con el tufo agrio de un plato de cebollas y vinagre que una mano piadosa había colocado bajo la mesa para limpiar el cáncer del aire y que con el olor a muerto reciente terminaron por confirmar aquel clima de marasmo aplastante que le cerró el entendimiento de por vida y que le habría de acompañar el resto de sus días junto con el frasquito para las pastillas de clorato de potasio que Félix le compraba como panacea para todos los males habidos y por haber e inventados en las noches de insomnio angustioso cuando esperaba el regreso del hombre comisionado por el gobierno para recorrer la sierra con la encomienda de recaudar los impuestos que los pobladores sumidos en una miseria bíblica pagaban ante la amenaza de las armas de aquellos espectros a caballo que llegaban de tanto en tanto y en grupos numerosos comandados por el demonio de cuerpo impresionante y voz de trueno que a punta de pistola reclamaba tributos y arrebataba posesiones bajo los argumentes irrebatibles del terror y que regresaba a la capital semanas después con las mulas derrengadas por los fardos de la ignominia que entregaba puntualmente en la casa del gobernador y por los cuales recibía un tanto en pago para ir satisfecho a reencontrarse con la María de sus amores que conoció desde niño y que fue su compañera de juegos en las arenas del potrero y con la que se bañara tantas veces en un remanso del río de aguas heladas hasta la tarde prodigiosa cuando se descubrieron aterrados mirándose atónitos por la conmociòn de sus cuerpos intactos que cubrieron confundidos con la certeza de haber sido tocados en el alma por un rayo de luz que les penetró el corazòn impaciente que amenazaba con brotarles del pecho y que los impulsaba a correr anhelantes cada cual por su lado a sudar la fiebre recurrente de la desnudez del otro y que rehuyendo los lugares comunes intentaron escapar con inútil afán del destino sin retorno que los ataba en aquel amor cocinado a fuego lento que asolaría sus vidas de allí en adelante sumiéndolos en el revolcadero de la pasión que los habrìa de consumir en una sopa de sobresaltos hasta los días aciagos de su vejez

Just in Time


El tiempo corre de prisa en los últimos días.
Me levanto y me encuentro
con que apenas tengo tiempo
para llegar a donde quiero ir.
Los asuntos pendientes se me han ido
acumulando de manera bochornosa
por falta de tiempo.
Mis relojes se han vuelto locos
y el sol ya no es lo que solía ser,
los días y las noches se han achatado.
Los camiones viajan más rápido
y tienden a llegar misteriosamente
tarde a su destino.
Si el día sigue teniendo veinticuatro horas,
con toda seguridad alguien le ha roba
dominutos esenciales a las horas,
o tal vez, segundos imprescindibles
a los minutos.
¿Y para qué querría ese alguien
atesorar tiempo robado?
¿En qué lo usaría? ¿Y qué hará con él cuando,
de modo irremediable, le comience a sobrar
y termine sus labores más temprano
y todavía le quede tiempo en las alforjas
para prestar y regalar?
Reconozco con pena que alguna vez
he perdido el tiempo...
siempre me ha intrigado
que habrá sucedido con él,
¿Lo habré dejado olvidado en algún lugar?
¿Estará tirado en un parque lejano a donde fui
con toda la sana intención de perderlo?
¿Será pisoteado por la gente
con prisas que vigila su tiempo
y lo cuida administrándolo con pasión?
¿O alguien lo habrá encontra
doy lo estará malgastando
en puras cosas inútiles?
Estos últimos días he estado pensando
con mucha seriedad
en no levantarme por las mañanas.
¿Para qué hacerlo si indefectiblemente
me va a faltar tiempo para terminar todo
lo que tengo agendado?
Tal vez lo que necesito es tirarme
en el pasto y dedicarme a pensar en ti.
Al fin que no he hecho otra cosa
todo este tiempo.

Ritual

Ritual
(Obra en un Acto)


Silencio Total.

El escenario vacío, iluminado por una luz blanca, cenital, que evita las sombras incómodas. En el centro, sobre una pequeña tabla de madera oscura, descansa un elegante lienzo de seda negra doblado en ocho vueltas. Sin más escenografía, las paredes desnudas, blancas y opacas, crean un ambiente de austeridad desoladora.

El público colma la sala en completo silencio. Sólo el susurro de la respiración repetida mil veces es capaz de perturbar la tensión reverente del teatro.

Se escucha el tañido sordo de una campana, grave y rítmico, que acompasa lentamente la entrada del actor que se desliza descalzo desde la izquierda hacia el centro del escenario con la mirada fija al frente en un punto indefinido. Sin expresión en el rostro, su cuerpo atlético y delgado, cubierto apenas por una pequeña bata blanca, imprime severidad al acto.

Camina con lentitud hasta el centro del escenario con movimientos parsimoniosos y firmes y se detiene detrás del lienzo de seda. Cesan las campanadas. Se arrodilla y se inclina ligeramente hacia el frente apoyando las manos sobre las piernas y se queda estático durante unos minutos. Su respiración profunda y acompasada lo sumerge en un estado inescrutable de abstracción abismal. Sus ojos inmóviles apenas parpadean. Su rostro severo, aperlado por un sudor ligero, se mantiene asentado en la nada.

Se inclina hacia el lienzo de seda negra y lo toma con ambas manos. El público inicia un murmullo gutural, persistente y monótono que se mantendrá estacionario creando un ambiente tenso de opresión casi religiosa.

El actor, siguiendo un ritual milenario, desenvuelve el lienzo de seda negra deshaciendo sus vueltas al pasarlo de una mano a la otra con elegancia. En la última vuelta deja al descubierto la fina hoja de acero brillante de una daga con mango de madera laqueada en color negro. Deposita el lienzo abierto con la daga sobre la pequeña tabla de madera oscura y se inclina en una reverencia profunda.

Se yergue y desanuda la pequeña bata que lo cubre quedando casi desnudo con apenas un pequeño taparrabos cubriendo sus genitales. Se inclina de nuevo sobre la daga hasta tocarla con la frente. Al enderezarse la toma por la empuñadura con ambas manos y coloca la punta fina y afilada sobre su ombligo. Se mantiene inmóvil y en tensión durante unos segundos. El murmullo persistente del público mantiene un clima de intensidad extática.

Las luces del escenario se apagan quedando encendido solo un reflector cenital que cae directamente sobre el actor inmóvil cubriéndolo con un reflejo mortecino que acentúa la rigidez de su rostro. La escena apenas iluminada remarca un ambiente de misticismo ancestral.

El actor se inclina ligeramente y hunde de manera violenta la daga en su ombligo. El público detiene el murmullo y se mantiene en silencio respetuoso. El actor mueve repetidas veces la daga hundida hasta la empuñadura en su interior con movimientos violentos y sin proferir sonido alguno hasta que se derrumba en una agonía lenta y dolorosa con el rostro desencajado en un rictus mortal.

Queda inerte. La sangre se escurre entre las duelas del escenario. Sus ojos vidriosos permanecen fijos en un punto eterno. La escena se mantiene unos minutos más antes de apagarse la única luz que la ilumina. Una campanada solitaria queda resonando en la sala.

El público abandona el teatro a oscuras, en completo silencio.

Piedras Duras


Romance de piedras duras,
desierto recién podado,
dolores acomodados
corriendo por la llanura
donde la vida madura
a costa de mi sustento:
es mi cuento.

Lujo de tardes sombrías,
versos de sol y calor,
cantos de puro dolor
envuelven mis alegrías,
sombra de noches y días
y piedras en el camino:
mi destino.

Restos de fuego y de pena
rescoldo de mis hogares,
astillas en los sillares
y monumentos de arena,
lunas de romanza ajena
y coplas sueltas al viento:
mi tormento

Soneto


El ritmo de tu cuerpo, amada mía,
florece entre mis manos anhelantes
que corren tus caminos delirantes
en busca de la frágil alegría.

La boca que te besa calmaría
sus ansias si tus besos susurrantes
llenaran los espacios mitigantes
del alma que se pierde en fantasías.

Tus piernas enredadas en mi alma
distraen la fortuna que me mata.
El dulce ronroneo de tu boca

trastorna mis sentidos, dicha loca,
revuelve pensamientos en la mata
de ensueño entre tus piernas que me calma.

Nostalgia


Está lloviendo.

La lluvia moja el cristal de mi ventana
con un golpeteo persistente
martillando su melodía en las paredes
de mi casa vacía por tu ausencia.

Escucho las voces del agua
y pienso en ti.

Para Tocar el Sol


Para tocar el sol basta una hoguera,
una hogaza de pan y un amigo,
el aroma de un buen vaso de vino,
y el sordo crepitar de la madera,
la brisa de lejanas cordilleras
que llene de recuerdos el hastío,
las noches estrelladas del bohío
y lunas atrapadas en quimeras.

México


México es un lago de aguas serenas
que se mecen impulsadas
por la fuerza de los vientos
de la montaña sagrada
de los pueblos del altiplano.
Es un campo sembrado de maíz y calabaza,
una fortaleza en los llanos del norte
y una serranía donde vagan libres los venados.

México es un recinto ceremonial
construido por gente de barro y piedra,
danzantes que serpentean
bajo las esculturas de los dioses milenarios,
pirámides que atestiguan los ritos sangrientos
de la resurrección del sol,
sacrificios litúrgicos que propician
la vida y la fertilidad,
poemas de dolor, de agonía y desconsuelo.

México es el encuentro
de un enjambre de razas y lenguas,
religiones ocultas,
guerras por los cielos y los infiernos,
multitudes aglomeradas en las plazas
para celebrar las fiestas propiciatorias
de la nacionalidad apremiante,
fuegos pirotécnicos que se queman
en las noches de la unidad,
gritos en las calles y avenidas,
tragos de tequila y besos de mujer.

Dicha


El universo está de mi lado...
hoy vi el atardecer.

Incertidumbre


A fuerza de creer que te conozco
encuentro tu imagen en mis paredes,
en los muros de mi alma
y en las páginas de mi historia.

A fuerza de creer que te conozco
realizo mil acciones convencido
de estar ante el recuerdo
de tu cuerpo.

A fuerza de creer que te conozco
te beso en mis noches,
acaricio tu pelo y tu boca.

A fuerza de creer que te conozco
he borrado de mi libro
la dirección del futuro.

Montaña


La Montaña
se yergue mutable
frente a mi ventana.

Se transforma ante mis ojos
con el paso de las horas.
Su antigua falda verde
ya es azul...
y ahora es negra.

La montaña
luce su corona dorada
por las tardes.

Soneto


La gracia de tu amor, amada mía,
invade mis caminos escondidos,
encuentra los propósitos perdidos
volcando mis recuerdos cada día.

La gracia de tu amor es fantasía,
es fruto del propósito prohibido,
remedio del deseo contenido
que alivia de mis noches la agonía.

La gracia de tu amor es el sustento
de mi alma y de mi ser enamorado,
es nube en perpetuo movimiento,

es runa del futuro codiciado,
es juego perspicaz del pensamiento
la gracia de tu amor apasionado.

Naufragios


Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que ruge a mis espaldas,
que destruye mis navíos
con furia embravecida,
elevando mi embarcación
ante los abismos infinitos
de aguas agitadas por vientos terminales,
maremotos de soledad envejecida,
rompiendo mis velas hinchadas de muerte.

Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que arrastra
mis redes perdidas
hasta los acantilados remotos
donde habitan criaturas extrañas
que danzan entre los despojos
y emergen presurosas
desde las profundidades heladas y oscuras,
para participar en el festín de las piltrafas
inmersas en sus aguas turbulentas.

Estoy perdido en el mar...
el inmenso mar que lava mis heridas,
que alivia mis brazos cansados,
que me transporta
en las crestas de sus olas violentas
y me arroja en las playas inaccesibles
de mundos incógnitos,
llenos de sombras atemorizantes
que me rodean y me palpan.

Silencio


El viento canta
en la roca solitaria
la inmensidad del cielo,
la oscuridad de la noche,
el murmullo de los bosques,
el rumor de los ríos
y el rugido del mar.

El hombre escucha
el silencio de las estrellas.

Remedio Casero


Para curar una desilusión,
tome todas las que encuentre en la cava
y sepárelas por antigüedad.
Deseche las muy viejas,
que deben estar llenas
de polvo y telarañas,
(ya ni quién se acuerde ellas),
y concéntrese en las nuevas.

Cuando haya elegido
un desengaño fresco y jugoso,
pártalo en trozos pequeños y póngalos,
sobre una cama de hierbabuena recién cortada,
en un recipiente de barro negro de Oaxaca,
cúbralos con jugo de naranja agria
y deje marinar toda una noche
a la luz de la luna llena
que se filtre por la ventana entreabierta.

Al día siguiente, muy de mañana
y antes de que levante el sol,
acomode las piezas en una marmita de cobre,
(esto es muy importante
por las propiedades depurativas del metal),
agregue un vaso de vinagre balsámico,
una taza de infusión de camomila,
unas gotitas de jugo de limón
y salpimiente al gusto.

Cueza a fuego muy lento
durante dos días con sus noches
asegurándose de renovar los líquidos
conforme se vayan consumiendo.
Enfríe y destile el caldo resultante
en un alambique nuevo
y deseche el bagazo.
Vierta la esencia destilada
en una pequeña barrica de roble blanco
y dejé añejar en el olvido
por años y felices días.

Oda


A Nicolás Guillén

Negro poeta de negros,
voz de manigua y de sol,
canto del llanto de Cuba,
canto de ritmo y tambor,
tumba la caña que arrumba
pedazos del corazón.

No


Un no
es una respuesta
que oculta muchas cosas.
Un no es la canasta
en la que guardo
la melancolía.
Un no es la sonrisa
que facilita mi día.
Un no es la medida
de mi dolor fatigado.
Un no es el camino
de mis dudas añosas.
Pero un no es,
algunas veces,
tan solo un no.

Coleccionista


Soy un coleccionista
de imágenes
que llegan y se van;
algunas permanecen
y me acompañan
por días o meses,
hasta que vuelan
de puro aburridas
y desaparecen.
Si tengo suerte
las atrapo
en una hoja de papel
y las atesoro.
La codicia
me ha hecho esconder
algunas de ellas;
otras escapan
en el momento menos deseado
y se ocultan
entre los versos de un poema.
Sólo la suerte
me permite pescarlas al vuelo,
envolverlas entre mis manos
y ocultarlas en el corazón.
¿No te pasa a tí lo mismo?

Cisne


El cisne
es una letra alada
que flota
en el estanque

Luz de Luna


Luz de sol, Luz de luna,
Luz de reflejos dorados,
Luz que ilumina los pasos
de mi alma sin fortuna.

Luz completa, Luz de día
Luz que mi cuerpo conoce,
oscuridad de mis noches,
paradoja de mi vida.

Luz de fragancia temprana
Luz de mis ojos cansados,
Luz que adormece mis fados,
Alondra de la mañana.

Luz de mi alma robada,
alma de Luz encendida.
Luz de mi alma perdida,
alma de Luz olvidada.

Los Peregrinos


Una barranca sin río
que parte en dos al monte
divide el horizonte
en maíz y caserío.

Por los terrosos caminos
cuajados de girasoles
van cantando los señores
las plegarias del domingo.

Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a contarle sus dolores
al Señor de Tepalcingo.

Los acompañan diez niños
que si se ven libres corren
a bañarse sin calzones
en las aguas del molino.

Ya tarde buscan un sitio
dónde encender los carbones
cuando el viento del norte
los va llenando de frío.

Con el canto de los grillos
se va pasando la noche
entre rezos y canciones
entre alcoholes y gritos.

Y los pobres pequeñitos
junto a sus padres se esconden
cuando los perros sin nombre
lloran su triste martirio.

Los despiertan con sus trinos
los pajaritos de bronce
cuando la luna se corre
de los campos matutinos.

Ya se van los peregrinos
cargando ramos de flores
a confiarle sus amores
al señor de Tepalcingo.

Copla


Recuerdo más tu sonrisa
que tu cuerpo apasionado
por eso llevo en el alma
sin poder desenclavarlo
el barro de tu mirada
como dardo envenenado.

Romance


Aquella noche serena
que pasamos junto al río
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.
La luna que nos miraba
bostezaba en el hastío
llena de amores fugaces,
llena de penas y ríos.
Tu cuerpo de luz y nacar
me envolvía urgido
y en el temblor de tus pechos
hallé hallé calor y abrigo.
Te entregaste a mis manos
que recorrían tus caminos,
la oscuridad de la noche
cubría tu desvarío.
Ay, cuánta noche callada,
ay, cuánto amor escondido,
ay cuánta luna oscurece
el triste semblante mío.

El resplandor de la luna
que contemplamos unidos
dejó en mi alma puñales
como claveles heridos.

Te vi llegar como el viento


Te vi llegar como el viento,
impetuosa y violenta,
arrasando montes y valles,
derrumbando las murallas de mi deseo...
y me dejé arrastrar
en el vendaval de hojas secas
de los besos de tu boca,
y me dejé morir
en el desierto de arenas desnudas,
perdido en las dunas de tu cuerpo.

Muñequitas de Cristal

El sol extiende su brillo
en el cielo de la casa
y en la cornisa, a lo alto,
un pajarito les canta
a tres niños que inventan
los juegos de la mañana
con los mágicos juguetes
fabricados de la nada.
Un trocito de madera
es un avión que surcaba
en tiempos idos, lejanos,
los cielos de la cañada.
Y el niño vuela y revuela
entre las nubes de plata,
los mares de sal y espuma,
las montañas arboladas.
Las niñas buscan y encuentran
una caja abandonada
donde se cubren del frío
las muñecas olvidadas
que se amontonan vacías,
llena de polvo la cara,
esperando a las chiquillas
que escogen ilusionadas,
entre un sin fin de colores,
a la princesa anhelada.
Las envuelven amorosas
en su ropita rasgada
y las liberan del polvo
con el vuelo de su falda.
Juegan las niñas felices
en el castillo de paja,
para subir a la torre
la escalera las llama.
Cuidado, niña, cuidado,
el sol dolido exclama.
En un escalón perdido
la pequeñita resbala
protegiendo con su cuerpo,
madrecita abnegada,
a la criatura brillante
que en mil pedazos estalla.
Por su mejilla doliente
una lágrima resbala
y la grana en su rostro
con agua de sal se lava.
No llores, niña bonita,
no llores, niña de mi alma,
no llores, Rosita linda,
el pajarito le canta,
que un ángel vendrá del cielo
para lavarte la cara.
La noche llena en silencio
los rincones de la casa;
el infinito oscuro
tiende su manto de lana
bordado de lentejuelas,
de espejitos de plata,
que cuidan el sueño dulce
de tres niños en su cama.
Muñequitas de cristal,
boquitas azucaradas,
receptáculos de luna,
de tierra, de sol, de agua,
juguetitos de las niñas
que viven un cuento de hadas.