Trazos de viento y de espuma. Lluvia de estrellas en la soledad de mis noches. Cantos rodados, pulidos por el revenir de mis olas. Locura de mis días y nostalgia de mis tardes muertas.

Mi foto
Nombre: Luis David
Ubicación: Sta. Ana Chiautempan, Tlaxcala, Mexico

"Sólo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo." Woody Allen

sábado, junio 27, 2009

Luna


Noches de luna angustiada,
de solitarios reflejos,
soplos de luz que se ocultan
en los márgenes del sueño.
Sombras de noche embustera
cubren de luna el espejo
de las aguas escondidas
en el rumor del estero.

Copos de lana morena
siembran de nubes los cielos,
besos de noches marchitas
tienden la paz de sus lienzos
(campos de rostros dolidos
que se refugian austeros
en las brumosas montañas
y en el final de los cuentos.)

Gritos y cantos de luna
deja la noche en mi pecho,
ríos de lava sangrante
que me abrazan todo el cuerpo,
luces y campos fundidos
que me despojan del tiempo
en el umbral de tus ojos
y en el calor de tus besos.


Poema: luis david
Fotografías: Mónica Contreras

sábado, noviembre 17, 2007

Te quiero

a Gaby, siempre.


Te quiero en las mañanas
cuando tus ojos me miran,
te quiero cuando tu día
irrumpe por mis ventanas.
Te quiero en horas tempranas
y en el rumor de mis tardes,
y te quiero cuando ardes
en mi cama por las noches.
Te quiero aunque reproches
que tanto amor es alarde.


Te quiero cuando la luna
se asoma en tu mirada,
te quiero si estás callada
en tu pereza gatuna.
Te quiero si mi fortuna
es una estrella fugaz,
te quiero porque tú vas
siempre un paso adelante,
y porque eres mi amante…
por eso te quiero más.


Te quiero cuando me fundo
en el calor de tus besos,
te quiero con los excesos

del amor en que me hundo,
te quiero en mi mar profundo

y en la humedad del estero,
te quiero en el mundo entero
y en mi fiesta pagana.

Y porque me da la gana
quererte tanto, te quiero

Imagen: Sandra
Décimas: luis david

domingo, octubre 29, 2006

Oaxaca




Sólo un viento tenue
mueve las hojas
de los árboles.

Cuando el tigre acecha
la selva calla.
*
*
luis david

domingo, julio 09, 2006

Libélula

Con reflejos cristalinos
planea en el pantano,
zumbido iridiscente,
un caballito del diablo.
*
La luz se filtra apenas
entre las ramas del árbol
cuyas raíces se muestran
desnudas de palmo a palmo.
*
Nube de luces que vuela
entre caminos de barro,
flecha al filo del viento,
diminuto aeroplano.
*
Volando a ras del agua,
hondo suspiro alado,
la libélula consigue
escaparse de mi mano.
*
*
luis david

jueves, junio 15, 2006

Angustia


A veces ya no sé ni qué hacer
por desembarazarme a tiempo de esta
maldita soledad llena de culpa,
que causa mi delirio y que me hunde
al fondo de la vida con el negro
presagio obstinado de la muerte.

A veces he creido que la muerte
sería preferible a la culpa
de seguir vivo, atado a esta
estúpida nostalgia que me hunde.
No puedo ni pensar en qué hacer
para alejar de mí el sino negro.

A veces el futuro es tan negro
que siento que el destino se me hunde
en vorágines insaciables con esta
añoranza caprichosa de muerte
repentina, oscura, para hacer
más corto el suplicio de la culpa.

A veces me parece que la culpa
es mía, sólo mía, y la muerte
sería un refugio ante el negro
camino que se cierra y que se hunde
ante mis ojos. Cómo le voy a hacer
para zafarme a tiempo de ésta.

A veces siento que voy sólo en esta
terrible confusión, en este negro
batallar que me consume. La muerte,
presencia ominosa de la culpa,
me ronda y me acompaña para hacer
más lúgubre el silencio que me hunde.

A veces el desprecio que me hunde
anula mis esfuerzos ante el negro
propósito de ver aquí la muerte,
sentada a mi lado ante esta
herida complicada por la culpa
.... a veces ya no sé ni qué hacer.

¿Y cómo hacer para arrancarme esta
culpa que me arrastra y que me hunde
en el negro abismo de la muerte?

luis david

lunes, junio 12, 2006

Soneto


Benditas sean las noches y los días
que pasas retozando en mi cama,
bendito el aroma de retama
que impregnas en mis sábanas vacías.

Bendita tu presencia, vida mía,
bendita la lujuria que derrama,
bendita sea tu boca cuando mama
la savia de mi loca fantasía.

Tus senos resplandecen a mi lado,
tus piernas anudadas al consuelo,
tus ojos iluminan el pasado

de besos y de cuerpos en el cielo.
Suspiro que en mi pecho alojado
bendice el infierno de mi celo.

luis david

martes, mayo 30, 2006

Soneto Arcaico

Muger de bellos ojos, piel divina,
que faze de mis noches un tormento,
muger que me revibe el sentimiento
del goço de su graçia palatina.

Muger que vi bajando la colina
do lleba a los dioses el sustento,
muger fatal de graçil movimiento
de olas, de gabiota, de marina.

Entono en mil voçes mi cançión
moça de gentil estampa, tan bella
que causa en mi alma desaçón

con sus finas maneras, fiel donçella,
porque al final desea mi coraçón
morir en un instante a lado della

luis david

Soneto en X


Viajando en otro tiempo con mi ex,
vestidos, chocolate, otro choux,
visitas al palacio de el Dux,
la radio en la onda del Tex-Mex.

Tarjetas en la calle, puro "sex",
con fotos de la antigua Wanda Seux,
y mientras rechecamos nuestra lux
me gritan en la calle: "¡Tú qué pex!".

Volteo y es mi buen amigo Max
-"¿Qué tú no recibiste ayer mi fax?"
Nos vemos enel rancho de los Fox

(que ya ni a buey le llega, puro ox)
Allá nos reventamos "Mambo en Sax"...
-"Ta' bueno... ya no la hagas más de tox".

luis david

viernes, mayo 12, 2006

Medusa

Para Sandra, siempre.



Pelo de serpientes.
Cruel Medusa
de belleza hipnotizadora.
Con el alma en la mano
me acerco a tu santuario.
Tu mirada me aterra
y me atrae.
Mi corazón
ya es de piedra
desde que te imaginé
desnuda
ante mis ojos.
Un beso de tu boca
para después
morir.
Texto: luis david

martes, mayo 09, 2006

Desahuciado


Ayer reencontré mi vida toda
vagando en el lecho moribundo
de un río de recuerdos extraviados,
volátiles, eternos, suspendidos
entre la vida misma y la muerte.
Qué fácil es tener la fe perdida.

Y dando ya mi lucha por perdida,
fue inútil pretender así que toda
la brega de mi ente moribundo
hallase los esfuerzos extraviados,
y plena de alientos suspendidos
burlara los confines de la muerte.

Y al ver la cercanía de la muerte,
teniendo la esperanza ya perdida,
lloré mi soledad, mi ansia toda,
mi íntimo despecho moribundo.
Los últimos deseos extraviados
resumen mis anhelos suspendidos.

Y así pasó el momento. Suspendidos
mis postreros ocasos por la muerte,
dejé de respirar, porque perdida
la confianza en mi fuerza, llegó toda
la ríspida inquietud del moribundo
de fríos estertores extraviados.

Los breves, fraternales, extraviados
instantes de arrebatos suspendidos
no alejan los dominios de la muerte
y muero de aflicción pues ya perdida
la gracia que bendice y brinda toda
la ruina de mi cuerpo moribundo,

suspiro en mi lecho, moribundo.
Empeño mis recuerdos extraviados,
y atado a mis afanes suspendidos
pretendo esconderme de la muerte,
pretendo rescatar la fe perdida,
pretendo revivir mi vida toda.


Suspendidos mis versos extraviados,
mi canto moribundo y mi muerte,
perdida ya está mi alma toda.

luis david

Silencio


La oscura soledad de tu silencio
oculta las torturas de mi noche
puliendo como piedra del destino
las grietas destrozadas de mi alma.
Ay, cuándo llegará al fin la vida
que libre de penurias mi amor.

La oscura soledad de mi amor
oculta las torturas del silencio
puliendo como piedra de la noche
las grietas destrozadas del destino
Ay, cuando llegará al fin el alma
que libre de penurias esta vida.

La oscura soledad de esta vida
oculta las torturas de mi amor
puliendo como piedra del silencio
las grietas destrozadas de la noche.
Ay, cuando llegará a mí el destino
que libre de penurias a mi alma.

La oscura soledad de esta alma
oculta las torturas de mi vida
puliendo como piedra de mi amor
las grietas destrozadas del silencio.
Ay, cuando llegará al fin la noche
que libre de penurias del destino.

La oscura soledad de mi destino
oculta las torturas de mi alma
puliendo como piedra de la vida
las grietas destrozadas del amor.
Ay, cuando llegará ese silencio
que libre de penurias a la noche.

La oscura soledad de esta noche
oculta las torturas del destino
puliendo como piedra de mi alma
las grietas destrozadas de la vida.
Ay, cuando llegará a mi tu amor
que libre de penurias el silencio.


La noche que entretiene mi destino
diluye el silencio de mi alma
truncando así la vida de mi amor.

luis david

domingo, abril 30, 2006

Romance por la muerte de Martín Palacios

La luna flota en el manto
infinito de los cielos,
un redoble de campanas
cubre de llanto el silencio.

Aquella noche siniestra
llega Martín al encuentro
del acontecer sombrío
que asolaba sus desvelos.
Negro destino desata
la opresión de su pecho
por el nefasto conjuro
que ennegrece su cielo.
La soledad acompaña
la ruina del pensamiento,
terco delirio de brumas
llena de nubes su puerto.
Canción de pasión oscura,
copla de luto siniestro,
el coro de los presagios
cubre la voz del silencio.
Un disparo en la noche
resuena al filo del tiempo
enmarcando la caída
desolada de su cuerpo.
Ríos de grana doliente
en las baldosas del suelo
tiñen de rojo la noche,
de rojo tiñen el duelo.
Nadie supo los motivos,
nadie el feroz desconsuelo,
Martín se llevo a la tumba
el dolor de su secreto.

-Quién contará tu historia,
quién te cubrirá de rezos,
quién te llevará una rosa
al fondo del cementerio.
-Qué luna estará contigo,
en las noches del estero,
cuanto tu alma doliente
vague implorando consuelo.
-Cómo encontrarás alivio
a los furores del miedo,
que voz clamará tu canto
en las noches del desierto.

La luna flota en el manto
infinito de los cielos,
y un redoble de campanas

cubre de llanto el silencio.

luis david

sábado, abril 29, 2006

De tu corazón marchito


Pena que llena mi alma
de recuerdos infinitos,
pena que baja volando
por las márgenes del río,
luna de brillos opacos
que ensombrece mi destino,
voz que resuena en mis noches
con feroces alaridos,
campo teñido de sangre,
monte cruzado de espinos,
polvo que cubre los pasos
de tu caminar altivo.
Tengo el cuerpo cansado
de tanto vagar perdido
entre las brumas espesas
de tu corazón marchito.

luis david

jueves, abril 20, 2006

Silencios

Para mi adorada Judith

Nuestro silencio está lleno
de significados ocultos.
La nostalgia por el tiempo
y por la brisa crepuscular
es la clave del mío.
Tú callada y yo callado
en comunicación perfecta.

luis david

sábado, abril 01, 2006

Cuarto Menguante


Romance

*

Oscuridad estrellada,

lluvia de brillos errantes,

vientos de la cordillera

que traen rumores de mares.

Llora la vieja mirando

lucecitas de las naves

que surcarán los océanos

hacia lejanos lugares.

Con el pecho dolorido

de recuerdos anhelantes,

retozos de noches húmedas

entre sábanas de Flandes.

Un capitán peregrino,

hombre de estampa galante,

seductor de sus ensueños

y de su cuerpo fragante,

se ha perdido en las islas,

refugio de tempestades,

con la embarcación hundida,

rotos quinientos amarres,

muerto de muerte segura,

muerto de sed y de hambre.

Llora la vieja la pena

de su corazón amante,

quebrada su alma triste

mira los barcos que salen

cargados de oro y plata,

de suspiros susurrantes.

Años de noches de espera,

llenas de astros brillantes.

Ventana que mira al cielo,

luna de cuarto menguante.

*

Imagen: Gerardo Ma. "Tlacuiloco"

Texto. Luis David

martes, marzo 14, 2006

El viejo

Les juro que sólo entré a su huerta para robarle la fruta. Al fin que el viejo ni la cosechaba ni la comía. Pero eso sí, que nadie la tocara. Sus árboles estaban siempre llenos de frutos maduros que envejecían en las ramas. El suelo estaba tapizado de restos secos y podridos que se quedaban allí hasta reintegrarse a la tierra para desaparecer sin que alguien se ocupara de ellos. Nos sentíamos amenazados con que la vez que nos viera entrando a su huerta nos iba a pasar algo muy malo. El miedo que nos provocaba se volvió una razón más para tentar a la suerte.

Esa tarde saltamos la barda en completo silencio y con el corazón en la mano. La respiración se nos dificultaba por el miedo y la emoción. Nos acercamos a los árboles y comenzamos a trepar para cortar la fruta con prisa sin descuidar la única salida de la casa por donde podría llegar el viejo. Yo, en un dejo de bravura insensata, me adentré en la parte más lejana de la huerta y, fatalmente, más cercana a la posible salida del viejo y me subí al árbol más alto y con la fruta más apetitosa. De pronto apareció. Se arrastraba hacia nosotros y murmuraba algo que no alcanzábamos a escuchar. El espanto se apoderó de todos los demás, que bajaron y corrieron despavoridos y en completo desorden cada cual por su lado. Presa del pánico intenté descender pero el miedo me hizo resbalar y no alcancé a asirme bien de una rama que termino rota precipitándome hasta el suelo. La caída me sofocó y, sin aire y sin fuerzas para levantarme, quedé tendido a merced del viejo que se arrastraba hacia mí mascullando palabrejas impenetrables. Quise alejarme pero me cogió del pantalón y el pánico me inmovilizó. El viejo se acercó murmurando cosas ininteligibles y quedé paralizado viendo como se acercaba. Su rostro lucía desencajado. El pelo blanco, rizado y en completo desorden lo hacía resplandecer con un aspecto más fiero que nunca. Me encontraba a merced de un loco y no podía escapar. Se quedó tirado junto a mí y alcancé a escuchar que decía:

“… por fin… llegaste… te esperé… tanto tiempo… sabía que vendrías… y te esperaba…”

“… no me mate… –alcancé a musitar sin fuerza”

“… ya era… demasiado tiempo… necesitaba tenerte así…”

“… solo es una fruta… si quiere se la dejo aquí… al fin que ni me gustan… no me vaya a hacer algo…”

“… algún día tenía que ser… yo sabía que sí…”

“…”

Éramos niños entonces. Correr por las calles polvorientas del pueblo era nuestro juego. Las viejas casonas con sus huertas enormes estimulaban nuestro apetito de aventuras. Con el corazón agitado brincábamos las bardas en silencioso tropel y robábamos la fruta madura y jugosa de los árboles. Era un deleite correr entre asustados y orgullosos hacia el río y tumbarnos bajo la sombra de los encinos para disfrutar el producto de nuestras travesuras. Eran otros tiempos.

Nunca supimos de dónde llegó el viejo. Apareció de repente hace muchos años para tomar posesión de la casona enclavada en medio de las huertas que había ganado como deuda de juego. Venía acompañado de una mujer de edad indefinida que le servía en la casa y que fue durante tantos años su único contacto con el mundo. Jamás cruzó palabra con la gente del pueblo y nunca recibió visitas. No participaba en las fiestas ni en las tradiciones. Salía muy poco y siempre a solas para hacer largos paseos a caballo por los cerros vecinos. No se sabía cuándo se iba ni cuándo regresaba.

No nos gustaba y comenzó a cobrar mala fama. Si algo malo pasaba en el pueblo debía ser por su influencia maligna. Si las cosechas se secaban era por el viejo. Si no llegaba la lluvia era su culpa. Si caía la helada era por su presencia infernal. Si las muchachas salían embarazadas, seguro era por su influencia diabólica. Si alguna huía con el novio, él tendría algo que ver. Era capaz de causar el mal con sólo caminar por el pueblo. Podía hacer que las mujeres concibieran con solo mirarlas. Todos los hijos naturales debían ser suyos. Era canijo el viejo.

Y ahora yo estaba allí, tirado en la huerta de la antigua casona junto al viejo maldito que decía cosas incomprensibles. Una espuma blanca y babosa resbalaba entre sus labios. Sus dientes amarillos despedían un hedor insoportable. Yo le miraba aterrado y sin poder moverme:

“… eras todo… lo que yo anhelaba… siempre te amé… te deseaba tanto... y te llamé todas mis noches… amada mía…”

“…”

“… sabía que algún día… tendrías que llegar… te esperaba… muerte mía… mi amada… mi amante eterna…”

“…”

“… llévame ya contigo… estoy preparado... desde hace mucho tiempo… amor mío… llévame…”

“…”

El viejo buscaba un testigo para su encuentro con la muerte y yo estaba allí, elegido por el azar. Quedó tirado junto a mí. Sus ojos desorbitados congelaron mi alma. Un sonido sordo salió de sus entrañas y quedó inmóvil. Mi corazón latía con fuerza y el aire entraba con dificultad en mi cuerpo. Sentí que mis ojos se salían de sus cuencas y caían botando como canicas para quedar tirados a mi lado. No supe más. Me encontraron revolcándome en la huerta, convulsionando y gritando incoherencias. Me retorcía tanto que me tuvieron que amarrar para sacarme de allí. Estuve más de quince días delirando en medio de una fiebre feroz y sin recuperar el conocimiento.

Al viejo lo arrastraron con un caballo por las calles del pueblo entre la gritería y los insultos de todos y lo fueron a tirar a una barranca lejana. Nadie lo reclamó, ni la mujeruca que lo asistía, ni sus viudas fortuitas, ni aún sus múltiples hijos oculares. No lo quisieron enterrar en las cercanías del lugar porque la tierra podría secarse y volverse dura como piedra y nunca más volvería a producir una sola matita de hierba.

Nadie ha vuelto a hablar de él. Es un recuerdo prohibido que todos quieren olvidar. Es una pesadilla que quedó atrás. Sólo yo guardo algo de esa época y es que nunca más he vuelto a comer una sola fruta.


luis david

viernes, marzo 03, 2006

Silueta



El mar en movimiento apresurado
recorre las distancias infinitas
bañando con sus olas eremitas
las grutas del feroz acantilado.

La playa del verano sosegado
conoce de tu planta las visitas
pausadas, solitarias, sibaritas,
con huellas de tu paso relajado.

El soplo de la brisa transparente
se pega a tu cuerpo de sirena
que goza al notar la mar con pena

que mece con vaiven incompetente
tratando de borrar inútilmente
el sol de tu silueta en la arena.


Texto: luis david
Imagen:
Hilda

Sinestecias

El rojo de tu aliento me provoca,
sumerge mis sentidos en el caos
azoroso de texturas y sabores
curvados por tu risa melancólica.

Con el sabor redondo de tu sombra,
despierto fatigado en el remanso
de mórbidas imágenes vibrantes
que llenan de aromas mis ensueños.

Tus palabras calientan la experiencia
del viento y el sonido de tus ojos,
corriendo a mi lado entumecida,

azul y extravagante, reciclando
sueños olvidados, entretenidos
por largas redenciones ominosas.

luis david

viernes, febrero 24, 2006

Sirena


Con admiración para Sandra


La sirena es una ola nocturna
que agita las aguas del mar fosforescente
acarreando dolor y placer.

La noche llama con sonidos sofocados
al viajero que sucumbe ante el arrullo
de la murmurante sirena.

Sombra de llanto ondulado,
lluvia de agua salada,
marina de noches eternas.

Sirena de cuerpo dorado
ofreces tu pecho flotante
a la luna del océano perdido.

luis david

miércoles, febrero 01, 2006

El Gato es una sombra abúlica
que se desliza por nuestros sueños
en densa y callada quietud
y recorre parsimonioso los caminos
de la noche.

luis david

jueves, enero 05, 2006

San Juditas Indocumentado



Uno se la juega cuando cruza por el desierto. Que si no es la migra, son los animales; cuando no es el pollero es son las maras, pero siempre sale uno jodido, seño. Y qué se le va a hacer. Acá está el jale y pues ni modo.

Antes sí, año con año nos regresábamos al pueblo para las fiestas patronales. Había que estar allá y cooperar con la capillita. Luego nos daban cargo y esas cosas o se cumplen o no se le entra. Después el regreso se ponía pelón porque había que brincar el muro y cruzar el desierto otra vez. Está canijo.

Por eso nos juntamos y en una ida al pueblo nos trajimos al santo. Tanto estar ya vas ya vienes para visitarlo y hacerle la fiesta en grande, y ya mero que por andarle haciendo a la devoción en una de esas no llegamos. Mejor que se venga él para acá. Total… allá no queda nada.

San Juditas estaba en la capilla del cerro. Allá lo teníamos bien arreglado y siempre con su ropita nueva, sus veladoras prendidas y alguna vieja que lo vestía y lo desvestía y le barría la el piso.

Pero ya todos andamos por acá y aquello se mantiene con lo que le mandamos a los jefes. Ellos ya no se quieren mover, si no ya los tendríamos aquí. Ellos mantienen los campos sembrados y las tienditas con mercancía. Con la lana que les llega van construyendo la casa estilo gringo: alta, llena de cuartos y todo adentro. A lo mejor nunca la terminamos pero, así es esto. Y lo que sea de cada quien, nuestras casas son mejores que las de los gringos, de pura obra y acabados de verdad. No que las de por acá son de madera y todo de a mentiritas. Si se prenden se acaban, seño. Las nuestras a lo mucho quedan tiznadas, pero completitas.

Mi pueblo está en las faldas de la montaña. Enorme, llena de bosques y barrancas. Ya era un pueblito viejo que se estaba muriendo de soledad y pobreza. Poco a poco nos empezamos a venir todos y luego mandamos por nuestra familia, pero a los viejos no hay manera de moverlos de allí. Ni aguantarían la pasada. Por eso les mandamos dinero y vamos construyendo la casa.

Allá ellos están solos, pero a qué te quedas si no hay trabajo. Las fábricas están cerrando y las que abren pagan muy poco, seño. Apenas para irla pasando y ni pensar en progresar. ¿Y luego la troca?... no pos cuándo.

Pero eso sí, cuando le dijimos al coyote que queríamos pasar con todo y santo nos cobró también su cuota. Está acá con todas las de la ley. Nos decían que lo mandáramos por paquetería, pero cómo cree que íbamos a mandar a San Juditas como bulto en un camión. Y lo pasamos con todo y vitrina, seño. Si iba a estar por acá tenía que hacer el viaje completo, como un indocumentado más. Para que sepa de lo que se trata, si no cómo nos va a ayudar. Ya tiene hasta su green card falsa y toda la cosa. Bueno, hasta licencia de manejo le sacamos.

Y le hacemos la fiesta en grande. Toda la paisanada se junta y coopera para el baile. Ya sabe como es esto, seño: pretextos para la pachanga es lo que necesitamos. Algunos compas que formaron su banda se ponen con la música y entre todos ponemos lo demás. Comida y pomos nunca le faltan.

Pero no crea que todo le sale bien, seño. Ya nos debe algunas. Justamente cuando lo trajimos nos dejó a uno en el camino. Al Bule, que le decíamos, lo mordió una culebra y no hubo santo que lo salvara. Pero llegamos y le hicimos su primera fiesta. Y de allí pal real. Y sí nos cuida, como no, sí nos cuida. Ya hasta vienen de otros pueblos a visitarlo. Mejor le vamos a poner un santuario, porque cada vez viene mucha más gente. Resultó más milagroso que en el pueblo. Le hacía falta cambiar de aires, yo creo.

Allá mandamos dinero y seguimos construyendo la casa. Algún día nos vamos a regresar, seño. La tierra lo jala a uno. Pero con dinero, si no para qué. Con lo que mandamos llenan de luces el pueblo en la navidad. Todas las casas compiten para estar más iluminadas y se ve aquello bien bonito. Como colonia gringa, pero de las ricas. De veras que dan ganas de estar por allá y algún día nos vamos a ir, pero yo creo que sin hijos. Ellos ya son de acá; a veces ni español quieren hablar entre ellos. Yo siempre les hablo en español pero me ven como arcaico. Tienen acento gringo y todo eso, y lo poco que dicen lo cambian: son de los que parkean la troca en la marqueta.

Pero aunque sea sólo y mi alma, yo si voy a volver, señito. Ya lo verá usted, yo si voy a volver. Y voy a vivir en mi casa gringa y la voy a llenar de luces en la navidad. Si acaso, algún día vendré por acá para las fiestas de San Juditas Indocumentado. Pero ya con papeles y de visita.

lunes, diciembre 26, 2005

Invisible


Si te busco en los árboles
y no te encuentro
¿habrás desaparecido deveras?

Y si entre las hojas del arbusto
no aparece tu imagen
¿habrás desaparecido deveras?

Si te volviste invisible
yo sé que regresarás.

viernes, diciembre 23, 2005

De amnesias


Cuando llegó a su casa se sorprendió al encontrar a todos sus amigos reunidos y sólo entonces cayó en la cuenta de que había olvidado por completo su cita para esa noche.

Después de las disculpas de rigor se hizo el firme propósito de escribir sus asuntos y agendarlos para evitar vergüenzas como la de esa noche que, además, cada vez se iban volviendo más frecuentes.

Al día siguiente compró una libreta y un lápiz y se dispuso a escribir su primera nota: "Aquí voy a anotar mis cosas".

Nunca más se acordó de escribir.

sábado, diciembre 17, 2005

Soneto sin musa


A Norma, por su bello poema.

La musa se te va, amiga mía,
por ser una entidad muy caprichosa,
es ninfa juguetona y veleidosa,
que burla tu pasión con alegría.

La hoja de papel blanca y vacía
emerge como ruta peligrosa
que puede transformarse en cualquier cosa
que tienda a perpetuar tu agonía.

La chispa de tu ingenio la engatusa,
y buscas seducir a tu problema.
Empiezas a crear, idea difusa,

te sientas a escribir sin mucho tema...
lo rico es que la ausencia de la musa
te pueda motivar un buen poema.

De mi alma dolorida


Sé que no fue mi pasión
ni mi ardiente deseo
los que me hicieron amarte
como ya vez que te quiero.
Sé que no buscaba en ti
ni curación ni consuelo
a mis ansias de adorarte
como con tan profundo desvelo.
Fuiste tú,
fuente de vida,
con tu risa
y con tu llanto
la que anunciaba
el quebranto
de mi alma dolorida

Tu cuerpo me sabe a mar


Tu cuerpo me sabe a mar,
a brisas y caracolas,
y a residuos de sal.

El sol, volado de oro sorprendido en las alturas,
deslumbra mis sentidos cuando el viento cauteloso
acaricia la piel de mi espalda que se agita
en el colapso de tus besos mitigantes,
con tu boca humedecida, respiración anhelante,
y con tu cuerpo desnudo resbalando entre mis manos.

Tu cuerpo me sabe a mar,
a palmas, arena, y coco,
y a residuos de sal.

La noche, manto infinito tachonado de luciérnagas,
resguarda mi aliento primario, mi sueño impaciente,
mi canto de sonidos elementales que se eleva
hacia lo alto para rozar los astros luminosos
de la oscuridad galopante que ilumina mi vida
porque a la luz de la luna tu cuerpo me sabe amar.

miércoles, diciembre 07, 2005

Meteoritos


Un domingo, merodeando por la plaza Xicoténcatl de Tlaxcala, me acerqué a un puesto en donde el vendedor, nahua de la sierra de Puebla, me ofrecía un montoncito de pequeñas rocas metálicas.

-"Son meteoritos, señor" -me dijo en su medio español- "Son hermanos de las estrellas del cielo"

Ni hablar. Le compré los tres que me parecieron más bellos. Cómo podía rehusarme con esos argumentos.

domingo, diciembre 04, 2005

Perfil


soy un coyote,
fantasma que se esconde entre los matorrales
de los montes de Tlaxcala,
devorador de lunas y de sombras;
soy un águila,
relámpago voraz que surca los cielos
de las Montañas Rocallosas,
nido de espectros y de piedras;
soy un salmón que desafía
las corrientes tortuosas
de los ríos de aguas heladas del Canadá;
soy un guanaco,
entereza imperturbable
encubierta entre los palacios del Machu Pichu;
soy un colibrí,
suspiro alado que se suspende en el aire
por la magia del sol;
soy una cobra de la India y un tigre de Bengala,
soledad imperial
desdibujada en la selva;
soy un cóndor,
vigilante de las alturas,
dueño de las nubes y del viento,
emperador de la cordillera;
soy un ciervo,
dorado perchero que se desplaza majestuoso
por los bosques umbríos
de la sierra de Chihuahua;
soy un indio chichimeca
de los desiertos mexicanos,
tejedor de cestos,
cazador de estrellas;
soy un hombre blanco y barbado
en los lagos de Anahuac,
sembrador de linajes atormentados,
destructor de sueños y quimeras;
soy una hormiga,
soberbia constructora de galerías,
que se interna en la tierra seca
de las plantaciones del Perú
y se arrastra sobre las huellas
olvidadas de los Incas;
soy un humilde siervo
en las campiñas de la Roma imperial
asediada por los dioses bárbaros;
soy un ratón huidizo y tímido;
soy el enigma de mi tiempo
y estoy aquí.

...inevitable

Voces que vagan perdidas
sin esperanza alguna,
actores muertos de una
historia tan espantable,
de mujer inevitable
con brillo de luz de luna.

... ¿y si todo fuera falso... un sueño inevitable en el que mi muerte es más real que el peso de este cuerpo suspendido en la oscuridad de tu mente... una idea inevitable sobre el sigificado de este olor en el viento, acre y espantoso por desconocido, que corroe mis tinieblas... un sentimiento inevitable de estar en alguna parte y no saber qué está sucediento más allá del ámbito cerrado de mi soledad... una historia inevitable implantada en mi mente por el aliento de tus besos, por la premura del amor desesperado de una noche lluviosa en un lugar desconocido, atado a tu cuerpo inevitable que me somete y me aterra con una sensación de calosfrío que recorre mi piel hasta la punta de mi alma desolada... una intensificación inevitable de las emociones que me atora en el tiempo y me impide avanzar en los pensamientos habituales de la conciencia... la repetición inevitable de una escena conocida que ya ha ocurrido cientos de veces en mi vida y que se recrea una y otra vez dándome la sensación de haber vivido mi muerte una y otra vez... de estar besando tu cuerpo etereo una y otra vez... metiéndome en tu sexo humedecido por la saliva de mi boca una y otra vez... probando el sabor ácido y caliente de tu amor enfebrecido una y otra vez?...

¿y si nada de esto fuera cierto y mi vida es sólo un pensamiento en la mente de alguna entidad desconocida que se divierte inventando historias para que yo, personaje de sus cuentos, las viva con intensidad atormentada como pesadillas estremecedoras que agitan un corazón que no existe... en un tiempo que no existe... en un universo vacío?...

¿y si todo es una mentira inventada por mi mente enferma que me somete a realidades distintas cada vez que despierto y me encuentro con un nombre diferente, una razón diferente para estar aquí con una personalidad desconocida de tan familiar y que me impulsa a vivir historias inevitables de amor y terror, de sexo alucinado entre las piernas de un fantasma?...

¿y si todo es real... qué voy a hacer?

Romance de la Luz y la Luna


Luz que se filtra a lo lejos
entre la fresca enramada
que se yergue majestuosa
en el patio de mi casa.
Luna que cubre los cielos
con feroces marejadas
de reflejos inquietantes
sobre la oscura montaña.
Luz de pálidos fulgores
que me han robado la calma,
ríos de luna que corren
por las espigas doradas,
olas de viento y de luna,
cabelleras nacaradas
de los trigales que mecen
los vientos de la cañada.
“Ay Luna de mi fortuna
que te llevaste mi alma,
cuando bajarás del cielo,
al umbral de mi ventana.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”
“Ay Luz de mis ojos tristes
que te llevaste mi alma,
cuando volveré a verte
en la orilla de mi cama.”
“Nunca, desdichado amigo,
nunca en esta vida amarga
que haz de vivir muriendo
con un nudo en la garganta.”
Vago el camino sin rumbo,
perdida toda esperanza,
busco en la tierra una grieta
donde fijar mi morada;
vago perdido en el monte
verde de puro esmeralda,
vago el camino sin rumbo,
sin luna, sin luz, sin alma.

El Mar


Anoche estuve platicando con el mar. Me senté en la playa y dejé que mojara mi ropa con su vaivén eterno. Me hablaba de olas y espumas, de iras y calmas, de galeones hundidos y buques fantasmas, de insignificantes embarcaciones de troncos y bejucos perdidas entre los collados acuosos de las marejadas. Me narró cuentos de exploradores heroicos y piratas violentos, historias de aventuras fantásticas de dolor, de sangre y de muerte.

Me invitó a una travesía por los confines inexplorados de los océanos ignotos de acantilados extraños y playas ilusorias donde ningún ser humano ha posado la vista y me negué presuroso, muerto de miedo.

Soy hombre de tierra firme. Tengo mis propios fantasmas pero, son espectros conocidos, familiares casi. He convivido con ellos toda la ruta, pueblan mis espacios vacíos y mis vasos llenos. Me ayudan a escribir poemas de pesadumbre y llenan de nostalgias apócrifas mis pesadillas. Despierto sudoroso con la certidumbre de su presencia impalpable y desayuno en las mañanas acompañado por su existencia etérea.

Arrullo


De las montañas azules,
desciende un caballero
recolectando dinero
para comprarle camisas,
dulces, juguetes, sonrisas,
al niño de mis amores.

Olvida ya tus dolores
y duérmete, pequeñito,
que mañana el solecito
calentará tus pesares
y encontrarás los lugares
para curar tus desvelos.

Están en ti mis consuelos,
mis cantos, mis alegrías,
tú eres mi compañía
eres mi campo florido.
Mi corazón dolorido
sabrá llenarte de vida.

Duérmete cosa querida,
descansa porque mañana
entrará por la ventana
el caballero sonriente,
traerá comida caliente
al niño de mis amores.

Félix


Félix murió en la noche de la Candelaria luego de tres semanas de dolorosa agonía después de que Jorge agotó su costal de recursos remediales y los cuidados franciscanos de Laura resultaron inútiles para contener el avance inclemente de aquel dolor sin remedio que acabó cerrándole la vida cuando ya no se podía respirar en el ambiente de pudridero que invadía todos los rincones de la vieja casona de cantera rosada que su abuelo había comprado en la antigua Calle Real desde los tiempos remotos del cura Hidalgo y que pasara de generación en generación para albergar ahora en la capilla improvisada al viejo patriarca restregado con lejía y amortajado sin verter una sola lágrima por la hija que le prodigó ya muerto los cuidados que le negó en vida a causa del rencor acumulado a lo largo de años y años de guerras apocalípticas por la oposiciòn denodada del padre a su relación con el estudiante de medicina que la pretendía y con el cuál se fugó una noche de jueves en la que todos dormían aturdidos por el estruendo de la fiesta de pirotecnia con la que festejaron los cuarenta años de la hermosa María que ahora lloraba en silencio y rezaba sin consuelo ante el cuerpo rígido de su esposo envuelto en la mortaja de lino crudo que ella misma adornara con un bordado de primores cuando previó la inminencia del final y que descansaba tendido sobre una mesa iluminada por la luz macilenta de cuatro cirios y rodeada por siete ramos de flores sofocantes que mezclaban sin misericordia su perfume abrumador con el tufo agrio de un plato de cebollas y vinagre que una mano piadosa había colocado bajo la mesa para limpiar el cáncer del aire y que con el olor a muerto reciente terminaron por confirmar aquel clima de marasmo aplastante que le cerró el entendimiento de por vida y que le habría de acompañar el resto de sus días junto con el frasquito para las pastillas de clorato de potasio que Félix le compraba como panacea para todos los males habidos y por haber e inventados en las noches de insomnio angustioso cuando esperaba el regreso del hombre comisionado por el gobierno para recorrer la sierra con la encomienda de recaudar los impuestos que los pobladores sumidos en una miseria bíblica pagaban ante la amenaza de las armas de aquellos espectros a caballo que llegaban de tanto en tanto y en grupos numerosos comandados por el demonio de cuerpo impresionante y voz de trueno que a punta de pistola reclamaba tributos y arrebataba posesiones bajo los argumentes irrebatibles del terror y que regresaba a la capital semanas después con las mulas derrengadas por los fardos de la ignominia que entregaba puntualmente en la casa del gobernador y por los cuales recibía un tanto en pago para ir satisfecho a reencontrarse con la María de sus amores que conoció desde niño y que fue su compañera de juegos en las arenas del potrero y con la que se bañara tantas veces en un remanso del río de aguas heladas hasta la tarde prodigiosa cuando se descubrieron aterrados mirándose atónitos por la conmociòn de sus cuerpos intactos que cubrieron confundidos con la certeza de haber sido tocados en el alma por un rayo de luz que les penetró el corazòn impaciente que amenazaba con brotarles del pecho y que los impulsaba a correr anhelantes cada cual por su lado a sudar la fiebre recurrente de la desnudez del otro y que rehuyendo los lugares comunes intentaron escapar con inútil afán del destino sin retorno que los ataba en aquel amor cocinado a fuego lento que asolaría sus vidas de allí en adelante sumiéndolos en el revolcadero de la pasión que los habrìa de consumir en una sopa de sobresaltos hasta los días aciagos de su vejez

Just in Time


El tiempo corre de prisa en los últimos días.
Me levanto y me encuentro
con que apenas tengo tiempo
para llegar a donde quiero ir.
Los asuntos pendientes se me han ido
acumulando de manera bochornosa
por falta de tiempo.
Mis relojes se han vuelto locos
y el sol ya no es lo que solía ser,
los días y las noches se han achatado.
Los camiones viajan más rápido
y tienden a llegar misteriosamente
tarde a su destino.
Si el día sigue teniendo veinticuatro horas,
con toda seguridad alguien le ha roba
dominutos esenciales a las horas,
o tal vez, segundos imprescindibles
a los minutos.
¿Y para qué querría ese alguien
atesorar tiempo robado?
¿En qué lo usaría? ¿Y qué hará con él cuando,
de modo irremediable, le comience a sobrar
y termine sus labores más temprano
y todavía le quede tiempo en las alforjas
para prestar y regalar?
Reconozco con pena que alguna vez
he perdido el tiempo...
siempre me ha intrigado
que habrá sucedido con él,
¿Lo habré dejado olvidado en algún lugar?
¿Estará tirado en un parque lejano a donde fui
con toda la sana intención de perderlo?
¿Será pisoteado por la gente
con prisas que vigila su tiempo
y lo cuida administrándolo con pasión?
¿O alguien lo habrá encontra
doy lo estará malgastando
en puras cosas inútiles?
Estos últimos días he estado pensando
con mucha seriedad
en no levantarme por las mañanas.
¿Para qué hacerlo si indefectiblemente
me va a faltar tiempo para terminar todo
lo que tengo agendado?
Tal vez lo que necesito es tirarme
en el pasto y dedicarme a pensar en ti.
Al fin que no he hecho otra cosa
todo este tiempo.

Ritual

Ritual
(Obra en un Acto)


Silencio Total.

El escenario vacío, iluminado por una luz blanca, cenital, que evita las sombras incómodas. En el centro, sobre una pequeña tabla de madera oscura, descansa un elegante lienzo de seda negra doblado en ocho vueltas. Sin más escenografía, las paredes desnudas, blancas y opacas, crean un ambiente de austeridad desoladora.

El público colma la sala en completo silencio. Sólo el susurro de la respiración repetida mil veces es capaz de perturbar la tensión reverente del teatro.

Se escucha el tañido sordo de una campana, grave y rítmico, que acompasa lentamente la entrada del actor que se desliza descalzo desde la izquierda hacia el centro del escenario con la mirada fija al frente en un punto indefinido. Sin expresión en el rostro, su cuerpo atlético y delgado, cubierto apenas por una pequeña bata blanca, imprime severidad al acto.

Camina con lentitud hasta el centro del escenario con movimientos parsimoniosos y firmes y se detiene detrás del lienzo de seda. Cesan las campanadas. Se arrodilla y se inclina ligeramente hacia el frente apoyando las manos sobre las piernas y se queda estático durante unos minutos. Su respiración profunda y acompasada lo sumerge en un estado inescrutable de abstracción abismal. Sus ojos inmóviles apenas parpadean. Su rostro severo, aperlado por un sudor ligero, se mantiene asentado en la nada.

Se inclina hacia el lienzo de seda negra y lo toma con ambas manos. El público inicia un murmullo gutural, persistente y monótono que se mantendrá estacionario creando un ambiente tenso de opresión casi religiosa.

El actor, siguiendo un ritual milenario, desenvuelve el lienzo de seda negra deshaciendo sus vueltas al pasarlo de una mano a la otra con elegancia. En la última vuelta deja al descubierto la fina hoja de acero brillante de una daga con mango de madera laqueada en color negro. Deposita el lienzo abierto con la daga sobre la pequeña tabla de madera oscura y se inclina en una reverencia profunda.

Se yergue y desanuda la pequeña bata que lo cubre quedando casi desnudo con apenas un pequeño taparrabos cubriendo sus genitales. Se inclina de nuevo sobre la daga hasta tocarla con la frente. Al enderezarse la toma por la empuñadura con ambas manos y coloca la punta fina y afilada sobre su ombligo. Se mantiene inmóvil y en tensión durante unos segundos. El murmullo persistente del público mantiene un clima de intensidad extática.

Las luces del escenario se apagan quedando encendido solo un reflector cenital que cae directamente sobre el actor inmóvil cubriéndolo con un reflejo mortecino que acentúa la rigidez de su rostro. La escena apenas iluminada remarca un ambiente de misticismo ancestral.

El actor se inclina ligeramente y hunde de manera violenta la daga en su ombligo. El público detiene el murmullo y se mantiene en silencio respetuoso. El actor mueve repetidas veces la daga hundida hasta la empuñadura en su interior con movimientos violentos y sin proferir sonido alguno hasta que se derrumba en una agonía lenta y dolorosa con el rostro desencajado en un rictus mortal.

Queda inerte. La sangre se escurre entre las duelas del escenario. Sus ojos vidriosos permanecen fijos en un punto eterno. La escena se mantiene unos minutos más antes de apagarse la única luz que la ilumina. Una campanada solitaria queda resonando en la sala.

El público abandona el teatro a oscuras, en completo silencio.